La historia comenzó en febrero. Recién llegué a mi nueva escuela, me puse a buscar una beca. Entonces, un día caminando por el campus vi un anuncio que decía algo así como: Necesitas ayuda para pagar tus estudios durante el 2009? Yo dije, sí. Leí detenidamente los requisitos y pues como que cumplía todos: problemas financieros, ganas de superación, persona motivada, comprometida con su futuro académico, estudiante de tiempo completo, bueno hasta parece que me estaban describiendo. Busqué por todos lados un dato que dijera, estudiantes extranjeros favor de abstenerse y nada. Siendo así, junté los documentos que pedían, que en realidad no era la gran cosa, y apliqué -como siempre, en el último día, al último minuto-.
Pasaron meses y nada. Justo cuando estaba por salir a Uluru me llaman de la Mick Young Scholarship Trust, nombre de la organización que regala dinero a los pobres. Debía ir a una entrevista el jueves y mis vacaciones estaban planeadas para regresar precisamente ese jueves, pero por la noche. De cualquier manera dije que sí, tomé los datos y los arrumbé en el fondo de mi maleta con toda la intención de ignorarlos, pues no me apetecía cortar mis vacaciones. Sin embargo, por azares del destino el regreso se adelantó unas horas, justo las necesarias para llegar, bañarme y estar a tiempo en la cita.
Como ya les conté, durante mi viaje sólo hablé en inglés, entonces como que venía con suficiente entrenamiento para aventarme un buen discurso y convencer a los jueces que yo merecía la beca. Dos mujeres australianas se sentaron frente a mí y empezó el interrogatorio: ¿por qué crees que te la mereces?, cuéntanos de tus logros profesionales, académicos, cuéntanos de tu familia, de tu país, cuéntanos tus planes en Australia, ¿por qué decidiste venirte hasta acá?, bla, bla, bla. Una sonrisa, una cara de tristeza, una gran carcajada en el momento preciso, movimientos de manos y todo el histrionismo que aprendí en el teatro los convenció. Pero no me lo dijeron en ese momento.
Pasó casi un mes cuando enviaron la carta felicitándome por haber sido una de las 10 elegidas entre los cientos de estudiantes que aplicaron. Resulta que la beca es un cheque que te dan una sola vez y el dinero te lo puedes gastar en lo que se te dé la gana. Claro, ellos esperan que ese dinero sea empleado en pagarse un curso, en comprarse una computadora, o cosas por el estilo, pero no estás obligado a nada. Lo único que te piden, es que al final del año escolar escribas cómo es que la beca te ayudó. Quizá tengas que hacer trabajo voluntario de unas cuantas horas en la fundación, pero no más. (Bueno, eso espero).
Mick Young Scholarship Trust fue establecida para honrar la memoria de Mick Young, un ex ministro australiano que murió de leucemia y que gran parte de su vida se dedicó a promover la diversidad y la equidad en la sociedad australiana, bajo la premisa de que la educación es un derecho, no un privilegio y ésta debe ser accesible para todos. Y al menos a mi me lo cumplió. Digo no fue mucha lana, pero se agradece infinitamente.
La ceremonia estuvo muy emotiva, más porque me tocó ir solita a recibir mi premio a la mejor actuación. Pero no iba sola, todos ustedes estaban ahí.