
“Que quede bien claro. Los funcionarios federales, estatales y municipales que solaparon irregularidades en la guardería no son mis hijos. Atentamente: La Chingada”. En la manifestación de los familiares de los niños quemados en la guardería ABC, en Sonora.
Casi siempre estoy al pendiente de las noticias en México, desgraciadamente la mayoría son malas noticias. Pero el fin de semana pasado me enteré de una gran desgracia. Mi compañera de casa, antes de darme los buenos días, me preguntó: ¿supiste lo que pasó en México? Se quemó una guardería con un montón de niños adentro.
Corrí al internet para buscar la noticia y ahí estaba. Historias desgarradoras de padres inconsolables, de héroes que con una camioneta abrieron boquetes en la pared para sacar los más niños que se pudiera, de personas que arriesgaron su vida metiéndose a la guardería ardiendo para rescatar a los chiquitos. No pude evitar llorar, yo también tengo chiquitos en una guardería y me llena de escalofrío pensar que algo les pudiera pasar.
Con los días más historias van apareciendo. Pero éstas ya no me quiebran, éstas me llenan de rabia, de coraje, me hacen mentar madres. Redes de complicidad que involucran desde parientes de Margarita Zavala (esposa del espurio) hasta parientes del gobernador de Sonora. Como siempre, la gente cercana al poder haciendo uso de sus “palancas” para llenarse las bolsas de dinero, importándoles un cacahuate a quiénes se lleven entre las patas.
Y días después ahí está el mensaje encabezado por el arzobispo Carlos Quintero: no permitamos que el dolor se convierta en odio, convirtámoslo en esperanza para aislar a los que quieren usarlo para sembrar el odio (palabras más, palabras menos). No, no odiemos, hay que hacernos pendejos, culpemos a la desgracia de lo ocurrido y aquí nada pasó. Hagamos monumentos para recordar a los muertos y dejemos que el tiempo se encargue, como siempre de dejar solos a los que ahora lloran.
Pero lo que terminó de llenarme el buche de piedritas fue la humillación que encima de todo están sufriendo los padres de los niños muertos y de los vivirán el resto de su vida cubiertos por cicatrices. Los 155 mil pesos por niño muerto y 234 mil por herido anunciados por el director del IMSS, Daniel Karam, como si con esa mierda de dinero se pudiera aliviar un poco el dolor de esas familias. Como si con esa miseria miles de niños ya estuvieran a salvo de sufrir un atentado como este. Por qué no mejor anuncia despidos de los funcionarios responsables de dar permiso para operar a este tipo de guarderías. Por qué no mejor mete a la cárcel a la gente que se estaba enriqueciendo con la lana que estos desconsolados padres. Sé que ni siquiera eso podrá compensar en algo el dolor de estas familias, pero al menos se pone a salvo a otros pequeños.
Toda mi solidaridad con los padres de los niños de la guardería ABC. Me rompe el corazón su llanto, me duele imaginar el rostro de uno de ellos cuando se refiere a su hija como “su changa apestosa”. Toda mi solidaridad con todas y cada una de esas familias.
Corrí al internet para buscar la noticia y ahí estaba. Historias desgarradoras de padres inconsolables, de héroes que con una camioneta abrieron boquetes en la pared para sacar los más niños que se pudiera, de personas que arriesgaron su vida metiéndose a la guardería ardiendo para rescatar a los chiquitos. No pude evitar llorar, yo también tengo chiquitos en una guardería y me llena de escalofrío pensar que algo les pudiera pasar.
Con los días más historias van apareciendo. Pero éstas ya no me quiebran, éstas me llenan de rabia, de coraje, me hacen mentar madres. Redes de complicidad que involucran desde parientes de Margarita Zavala (esposa del espurio) hasta parientes del gobernador de Sonora. Como siempre, la gente cercana al poder haciendo uso de sus “palancas” para llenarse las bolsas de dinero, importándoles un cacahuate a quiénes se lleven entre las patas.
Y días después ahí está el mensaje encabezado por el arzobispo Carlos Quintero: no permitamos que el dolor se convierta en odio, convirtámoslo en esperanza para aislar a los que quieren usarlo para sembrar el odio (palabras más, palabras menos). No, no odiemos, hay que hacernos pendejos, culpemos a la desgracia de lo ocurrido y aquí nada pasó. Hagamos monumentos para recordar a los muertos y dejemos que el tiempo se encargue, como siempre de dejar solos a los que ahora lloran.
Pero lo que terminó de llenarme el buche de piedritas fue la humillación que encima de todo están sufriendo los padres de los niños muertos y de los vivirán el resto de su vida cubiertos por cicatrices. Los 155 mil pesos por niño muerto y 234 mil por herido anunciados por el director del IMSS, Daniel Karam, como si con esa mierda de dinero se pudiera aliviar un poco el dolor de esas familias. Como si con esa miseria miles de niños ya estuvieran a salvo de sufrir un atentado como este. Por qué no mejor anuncia despidos de los funcionarios responsables de dar permiso para operar a este tipo de guarderías. Por qué no mejor mete a la cárcel a la gente que se estaba enriqueciendo con la lana que estos desconsolados padres. Sé que ni siquiera eso podrá compensar en algo el dolor de estas familias, pero al menos se pone a salvo a otros pequeños.
Toda mi solidaridad con los padres de los niños de la guardería ABC. Me rompe el corazón su llanto, me duele imaginar el rostro de uno de ellos cuando se refiere a su hija como “su changa apestosa”. Toda mi solidaridad con todas y cada una de esas familias.