Hace poco más de un año llegué a este país. El plan era sólo quedarme por 8 meses. Por lo tanto las obligaciones, el pensamiento y la perspectiva de ese tiempo correspondían a la de una estudiante: ir a la escuela todos los días, hacer tareas, estudiar duro, pasear con los amigos, ir a fiestas, trabajar y disfrutar de la oportunidad de estar en otro país. Si hacía calor o frío eso pronto pasaba a segundo plano porque la respuesta inmediata era: sólo son 8 meses, aguanta. Si un día no tenía para el café o para el boleto del camión y había que caminar horas no importaba, yo era una estudiante y la escases económica muchas veces –y más en el caso de los mexicanos- es un rasgo inherente a esa condición.
Pero este año, aunque no he dejado de ser estudiante, la perspectiva de mi estancia en Australia ha cambiado enormemente. Ya pasaron esos 8 meses. Ya terminé mis cursos de inglés. Estoy empezando un diplomado en Broadcasting y trabajo duro. Ya vivo en Australia… Me convertí en migrante.
Hoy vi claramente este cambio. Hoy me preguntaba por qué el año pasado no había padecido tanto las altas temperaturas que se viven en Melbourne (40-43 grados), por qué no me había pesado tanto el caminar bajo el rayo del sol, por qué no había notado el caos que se vuelve la ciudad cuando el calor paraliza los trenes...
Sí, fíjense que hoy me enteré que cuando la temperatura excede los 33 grados hay todo un programa de restricciones para la circulación de trenes entre el medio día y las 8 de la noche. ¿Los motivos? El acero se expande con el calor extremo y esto provoca que los trenes vayan más lentos. Otro es la visibilidad: los conductores de trenes no pueden ver apropiadamente las señales debido a la intensa luz del sol. Uno más es la sobredemanda de energía para hacer funcionar el aire acondicionado, esto puede provocar apagones y por lo tanto suspensión del servicio de tren. De ahí que todos los horarios tan ordenaditos que los australianos tienen para tomar el tren se vuelvan un caos con el calor y con ello vengan los gritos y sombrerazos de los pasajeros.
Muchas veces los trenes son sustituidos por camiones, esa puede ser la mejor solución. Pero ahí de ustedes si les toca –como hoy me tocó a mí- un tren de reemplazo sin aire acondicionado. Se imaginan eso: 40 grados a la sombra, gente encabronada, todos amontonados, oliendo el sudor del otro y esperando hoooooras para arrancar. Pero la mejor parte fue cuando me enteré que yo había tomado el último tren, después de ese se suspendió el servicio y mi compañera de trabajo no pudo llegar.
¿Dónde había estado yo?, me preguntaba. Estudiando a hora y media de la ciudad, en una universidad que me quedaba a 10 minutos en bus y una hora caminando. En un suburbio donde no pasaba nada, ni los camiones para ir a la ciudad. Metida en una vida de estudiante por 8 meses.
Hoy la escuela me queda a hora y media de mi casa, eso me obliga a ir a la ciudad todos los días. Uno de mis trabajos está en pleno corazón de Melbourne y otro a media hora de mi casa. Tomó bus, tren y hasta manejo la bici para poder llegar a mi destino. Sudo, me encabrona perder tiempo, platico con los pasajeros del calor, de lo caro que es el transporte, de la economía australiana, de lo cerca que tenemos la playa, de lo lindo que es vivir en Australia, pero lo difícil que es conseguir para comer. Ahora vivo en Australia, ya no estoy de paso. Ahora busco trabajo para pagar renta, escuela, comida, transporte. Planeo mudanzas, aterrizo y me doy cuenta que no es tiempo para moverme. Planeo comprarme un carro, busco en mi cartera y veo que aún no me alcanza. Sueños aún hay muchos, pero la realidad es lo que hay que resolver de inmediato. Por lo pronto me preparo para lo que vendrá. Se anuncian temperaturas que rondará los 40 grados toda esta semana. Welcome to Hell.
Pero este año, aunque no he dejado de ser estudiante, la perspectiva de mi estancia en Australia ha cambiado enormemente. Ya pasaron esos 8 meses. Ya terminé mis cursos de inglés. Estoy empezando un diplomado en Broadcasting y trabajo duro. Ya vivo en Australia… Me convertí en migrante.
Hoy vi claramente este cambio. Hoy me preguntaba por qué el año pasado no había padecido tanto las altas temperaturas que se viven en Melbourne (40-43 grados), por qué no me había pesado tanto el caminar bajo el rayo del sol, por qué no había notado el caos que se vuelve la ciudad cuando el calor paraliza los trenes...
Sí, fíjense que hoy me enteré que cuando la temperatura excede los 33 grados hay todo un programa de restricciones para la circulación de trenes entre el medio día y las 8 de la noche. ¿Los motivos? El acero se expande con el calor extremo y esto provoca que los trenes vayan más lentos. Otro es la visibilidad: los conductores de trenes no pueden ver apropiadamente las señales debido a la intensa luz del sol. Uno más es la sobredemanda de energía para hacer funcionar el aire acondicionado, esto puede provocar apagones y por lo tanto suspensión del servicio de tren. De ahí que todos los horarios tan ordenaditos que los australianos tienen para tomar el tren se vuelvan un caos con el calor y con ello vengan los gritos y sombrerazos de los pasajeros.
Muchas veces los trenes son sustituidos por camiones, esa puede ser la mejor solución. Pero ahí de ustedes si les toca –como hoy me tocó a mí- un tren de reemplazo sin aire acondicionado. Se imaginan eso: 40 grados a la sombra, gente encabronada, todos amontonados, oliendo el sudor del otro y esperando hoooooras para arrancar. Pero la mejor parte fue cuando me enteré que yo había tomado el último tren, después de ese se suspendió el servicio y mi compañera de trabajo no pudo llegar.
¿Dónde había estado yo?, me preguntaba. Estudiando a hora y media de la ciudad, en una universidad que me quedaba a 10 minutos en bus y una hora caminando. En un suburbio donde no pasaba nada, ni los camiones para ir a la ciudad. Metida en una vida de estudiante por 8 meses.
Hoy la escuela me queda a hora y media de mi casa, eso me obliga a ir a la ciudad todos los días. Uno de mis trabajos está en pleno corazón de Melbourne y otro a media hora de mi casa. Tomó bus, tren y hasta manejo la bici para poder llegar a mi destino. Sudo, me encabrona perder tiempo, platico con los pasajeros del calor, de lo caro que es el transporte, de la economía australiana, de lo cerca que tenemos la playa, de lo lindo que es vivir en Australia, pero lo difícil que es conseguir para comer. Ahora vivo en Australia, ya no estoy de paso. Ahora busco trabajo para pagar renta, escuela, comida, transporte. Planeo mudanzas, aterrizo y me doy cuenta que no es tiempo para moverme. Planeo comprarme un carro, busco en mi cartera y veo que aún no me alcanza. Sueños aún hay muchos, pero la realidad es lo que hay que resolver de inmediato. Por lo pronto me preparo para lo que vendrá. Se anuncian temperaturas que rondará los 40 grados toda esta semana. Welcome to Hell.